3.11.05

El nuevo Anthony Perkins
Viernes, 11 de Septiembre
18:45
Dejó el guión, incapaz de concentrarse. Miró a través de la ventana el sol turbio. Se lamió las heridas y despidió al pasado.
18:58
Se puso la chaqueta, acabada de comprar, y se fue mirando en los espejos de la casa, recién duchado, coqueto. Salió y en cinco minutos ya había arrancado el coche, un todoterreno flamante de color plateado.
19:09
Pagó más de la cuenta, como de costumbre, quédese con el cambio, sobrado, altivo, y dirigió sus pasos hacia la cafetería, con el porte y la dignidad que sólo una celebridad puede mostrar.
19:15
Estiró el cuello y levantó la cabeza, como oteando un horizonte imaginario al recibir las primeras miradas. Sí, sí, es él. Imbécil, me cae fatal. Qué guapo es. ¡Que no, pídele tú el autógrafo que me muero del corte! Se sentó, y después del primer gin-tonic, empezó a esperar.
20:46
Anocheció. La vio entrar: labios rojos, tacones de diez centímetros, chasquido de collares y pulseras, vaho de humo y perfume. Lo de siempre, cielo. Entornó los ojos y evocó el pasado poco a poco, los párpados lo bastante alzados como para recorrerla de arriba abajo, con parsimonia, deleitándose. Se sintió bien, de nuevo, casi más que el primer día que la vio. Entonces lo decidió.
22:01
No grites mami, no patalees, pórtate bien mamá, ¿no sabes quién soy?, ¿no ves quién soy, mamá? Sube al coche, no me arañes más, mamá, me estás arrancando la piel y te voy a tener que pegar, mami, ¿ves?, ya has conseguido que te pegue, pero lo hago por ti, por los dos. Qué bien, los dos juntos de nuevo. Qué bien, mamá. Juntos de nuevo, mamá, después de aquello tan feo que pasó, tú tan palidita y fría, tan lejos de este mundo, yo lloré tanto, mami, pero ya está, mamá, ya pasó, has vuelto y estamos juntos de nuevo.
Martes, 13 de Diciembre
08:00
A partir de entonces el teléfono empezó a sonar más, le dieron más papeles, pero los críticos dijeron que había perdido brillo, que ya no era el chico de mirada atormentada de antes, cuando en alguna revista de cine lo bautizaron como "el nuevo James Dean". No importa, ¿a que no, mamá?, No, hijo, qué va a importar. Y ella se miraba las muñecas atadas, las piernas atadas, y aprovechaba que él se contemplaba en el espejo, recién duchado, coqueto, para llorar en silencio, siempre en silencio, no se fuera él a enfadar. (A. F.)

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