Tolerancia

Ángeles Espinosa, toda una autoridad del periodismo español en temas árabes a la que sigo y admiro, escribía hace unos días en EL PAÍS que en realidad el número de iraníes que protesta con violencia por la ofensa de las viñetas de Mahoma es reducido. La periodista, enviada especial para el periódico en la última Guerra de Irak y ahora desplazada a Irán, constata en el artículo que es cierto que una gran mayoría de la población se siente agraviada por unas caricaturas que considera blasfemas, pero que son apenas unos cientos los que han respondido con ataques a las embajadas y demás manifestaciones radicales. A pesar de este tipo de informaciones, o quizá porque no llegan con tanta fuerza como lo hacen las informaciones de violentos disturbios al ciudadano, es común oír estos días en la sociedad ataques e insultos a veces muy agresivos hacia los musulmanes como colectivo homogéneo, cayendo en el error de no distinguir entre fanáticos y entre musulmanes tan pacíficos y respetuosos como nosotros nos enorgullecemos de ser. Le escuché estos días a una analista decir que cada vez hay un mayor distanciamiento entre el islamismo radical y la cultura árabe, milenaria defensora de la paz y la tolerancia entre los pueblos. Nuestra sociedad en cambio no es consciente de esta diferenciación, y lleva el camino de culpabilizar a todos los musulmanes, más y más presentes en los países occidentales, de los comportamientos salvajes que llenan los informativos de todo el mundo. Los medios de comunicación deberían a partir de ahora mismo ofrecer espacios, como el de Ángeles Espinosa en EL PAÍS, en los que se nos permita entender mejor la verdadera naturaleza de los acontecimientos. Es cierto, como todos sabemos, que los medios tienden a acudir al conflicto, y en la medida en que este existe está claro que debe ser cubierto informativamente y ser ofrecido al ciudadano; pero los medios no deben olvidar su papel casi exclusivo en la construcción de la visión del mundo de la sociedad, y es importante que acudan ahora más que nunca a expertos, analistas, y periodistas testigos directos de lo que ocurre en los países en los que están desplazados, para permitirnos comprender que la generalización en el proceso de culpabilización al fanatismo al que asistimos, no sólo es equivocado sino que puede desembocar en un mayor odio e incomprensión entre occidentales y orientales.

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